El milagro de Berna: Cómo Puskas no ganó el mundial por culpa del creador de Adidas

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By Sergio Garcia

Hungría, una selección para el recuerdo

Aunque hoy en día pueda parecer que la selección húngara es un más entre tantas, la realidad es que a mediados del siglo pasado era una de las mejores selecciones del mundo, si no la mejor. Los conocidos como “Magiares mágicos”, entrenados por Gusztáv Sebes, estuvieron sin perder en 32 partidos seguidos y, además, Hungría mantuvo una impresionante racha invicta como local desde 1943 hasta 1954. En este tiempo, los húngaros ganaron los Juegos Olímpicos del 52 (un título con mucho más crédito que el que se le da en el fútbol de ahora). Además, aparte de jugar de maravilla y ser conocidos como los precursores de la Holanda de Cruyff, los magiares estuvieron a tan solo 45 minutos de levantar la Copa del Mundo, llamada Jules Rimet en honor al principal creador del torneo.

El Mundial de 1954 se celebró en Suiza con un total de 16 equipos y Hungría, por todos los méritos que venía haciendo, era el claro favorito para levantar el trofeo. Los húngaros contaban con una gran plantilla liderada por Puskas y jugadores de gran nivel Kocsis y Czibor.

Por tanto, empezaron el campeonato como se esperaba, jugando un gran fútbol y pasando por encima de sus rivales, tanto que ganaron 9-0 a Corea y 8-3 a Alemania, partido que se repetiría en la gran final. Ya en cuartos de final, los magiares derrotaron a Brasil y en semifinales ganaron 4 a 2 a Uruguay, la que fue la primera derrota charrúa en la historia de los mundiales. Tras este camino heroico para hacerse un hueco en la gran final, Hungría se volvió a medir a Alemania y, visto lo visto en la primera fase del torneo, había un claro favorito.

«El milagro de Berna» en la final del Mundial del 54

La final comenzó y muy pronto se adelantó la selección de Hungría con un tanto de Ferenc Puskas. Alemania no supo reaccionar y Hungría marcó el segundo, esta vez fue gol de Czibor. El partido se puso muy de cara para los húngaros, que veían cada vez más cerca el mayor logro de su historia, era una oportunidad única que no podían dejar marchar. Entonces, empezó a llover en Berna de manera torrencial. El campo se embarró y las fuerzas de ambos equipos se empezaron a igualar. De esta manera, los alemanes consiguieron marcar dos goles y así al descanso con un empate a dos.

En el descanso ocurrió el acontecimiento que iba a dar alas a los alemanes, el que iba a dar gran giro de guion al encuentro y el que iba a cambiar el rumbo de la historia para siempre. Adi Dassler, creador de Adidas, era el proveedor de botas del equipo alemán y éste había creado unas botas con un diseño innovador con tacos intercambiables.

Por tanto, en el descanso, cuando los jugadores germanos vieron que el campo estaba en condiciones impracticables a causa de la lluvia, decidieron cambiar los tacos por unos especiales para el agua, algo más alargados, y conseguir así un mejor agarre. En la segunda parte, el partido se volvió loco, con ocasiones para ambos equipos en un terreno embarrado. Sin embargo, a falta de seis minutos para el final, el delantero alemán Helmut Rahn hizo el 3-2 definitivo, culminando así la remontada ante la mejor selección húngara de la historia y un equipo que se quedó a las puertas de escribir su nombre en la historia con letras de oro.

Las consecuencias de aquella final

Finalmente, para Alemania supuso una gran liberación, hay quien dice que el primer mundial de Alemania sirvió para sanar las heridas que dejó el nazismo en el pueblo alemán. Pero, para los húngaros, “el milagro de Berna” supuso el fin de una era para ellos, fue una auténtica tragedia para una selección que sufrió la estocada final dos años después, en 1956, cuando la Unión Soviética invadió Hungría, disolviéndose definitivamente una selección de ensueño. La realidad es que, desde entonces, Hungría no ha tenido ninguna oportunidad parecida y están lejos de ser una de las mejores selecciones del momento. Por eso, los aficionados húngaros nunca olvidarán ese día en el que sus sueños se esfumaron bajo la lluvia de Suiza.

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